Última Editorial
VIAJAR Y NO CONTAMINAR
Manuel Sánchez. Director General
01 de Septiembre 2019
O, al menos, contaminar un poco menos. Viajar en un vehículo eléctrico es, a día de hoy, todavía un sueño al alcance de pocos. Los motores con mayor autonomía son los menos (y generalmente los más caros). Los más accesibles, aún necesitan un pequeño apriete tecnológico o una red de electrolineras más eficiente.
Hace un par de meses me aventuré en un viaje Madrid-Cáceres con un Nissan Leaf, convencido de que (tras haber estudiado el mapa de electrolineras a conciencia) llegaría a mi destino en el plazo estipulado, sin demasiados sobresaltos. Salí a primera hora de la mañana de Móstoles y alcancé mi destino alrededor de las 17h. Y eso que llevaba los deberes bien hechos, tan sólo me habría faltado calcular la dirección y velocidad del viento (que casi). Pero no, no fue tan fácil como suponía.
Acabamos de superar la época del año con mayor número de desplazamientos en carretera. Y eso supone repartir la típica boina de humo de las capitales por todo el territorio español. Los vehículos contaminan, eso es innegable. Pero a día de hoy, no hay muchas alternativas para tratar de apaliar el daño. Sí, GLP, GNC… Pero, seamos sinceros, tampoco son la solución definitiva, y también requieren de una red de gasolineras preparadas para la recarga.
Con todo, no me desanimo. Sigo convencido de que hay muchas distancias que bien podré recorrer en nuestro Nissan Leaf, aunque no pueda superar los 100 km/h por rendimiento… Aunque repostar me lleve a tomar uno o siete cafés mientras espero y las electrolineras no estén tan accesibles como debieran. El “futuro eléctrico” va mejorando, creciendo y acercándose cada vez más a nuestros bolsillos. De eso no me cabe la menor duda.
Espero releer esta entrada dentro de unas cuantas (pero no demasiadas) operaciones retorno, o vueltas al cole… Y tal y como ahora hablamos de aquellos viajes a Benidorm por carreteras comarcales, con 2 adultos y 4 niños, el perro y hasta las sartenes de casa; sonría al recordar aquel eterno viaje a Cáceres en el que más de una vez eché de menos no haberme llevado un buen bocata de tortilla para el camino.