Parece que fue ayer cuando dos veinteañeros se trasladaron a Móstoles a probar suerte (y a currar mucho). Imagino que es la historia de muchas empresas: juventud, trabajo diario, perseverancia y una pizca de “estar en el lugar adecuado en el momento idóneo”. La fórmula “mágica” para que nazca una compañía de futuro, donde más que hechicería hay esfuerzo, muchas noches en vela y cientos de momentos para el recuerdo. Hoy, 25 años después, me atrevo a decirlo sin falsa humildad: Carsmarobe ha trabajado duro, y sus éxitos han sido y son equiparables a esa constancia.
Me siento profundamente orgulloso de nuestro recorrido. Si cabe, aún más, de saberme rodeado de un equipo que no sólo sigue trabajando en esa línea, sino que, además, lo hace sintiendo cada éxito y cada derrota como propia. Porque en este cuarto de siglo muchos de los que forman este equipo han dejado de ver a Carsmarobe como un centro de trabajo más para sentirlo como casi familia.
Hemos aprendido mucho. Juntos, que es la parte bonita. Aquí todos éramos pupilos y todos hemos crecido profesionalmente. Desde los que pusieron el primer granito de tierra al proyecto, mi querido amigo Luis y yo, hasta los que convirtieron un sueño en una montaña de futuro.
25 años… y cómo hemos cambiado: nuevo siglo, nuevo milenio, nuevo parque automovilístico, tecnología, han aparecido las primeras canas, y las arrugas… Pero la pasión, esa sigue siendo la del primer día.
Carsmarobe, ¡felicidades amiga!. Quién nos iba a decir en aquel junio de 1994 que hoy seríamos íntimos. Y aquí estamos, 25 años después, celebrando tu camino, y todo el que aún nos queda por recorrer.
¡Feliz 25 aniversario!