Hace unos días me despertaba con una interesante noticia: según los datos presentados por la consultora MSI en el I Observatorio de la Posventa Oficial del Madrid Auto, celebrado el pasado mes de mayo en IFEMA, los vehículos autónomos supondrán hasta un 20% de las matriculaciones de vehículos nuevos en nuestro país en el año 2030.
Si este porcentaje lo aplicásemos, como ejemplo, a las matriculaciones del 2017 (última cifra oficial publicada), el 20% sería ni más ni menos que 987.944,80€. ¡Casi 1 millón de vehículos autónomos! Siendo así, ¿qué nos deparará la próxima década?
Cuando comenté esta noticia con mi equipo, algunos apoyaban la predicción ciegamente. Otros, comparaban “la fiebre del autónomo” con la del eléctrico, siendo más escépticos con los segundos que con los primeros. Había quien incluso me recordaba que a principios de este milenio era un sueño futurista abrir y cerrar imágenes, agrandarlas o minimizarlas, con un dedo. Hoy, ¿quién no maneja su banca, contactos, emails, etc. en una pantalla táctil? Entonces, pensar en conducir y leer, o conducir e ir disfrutando del paisaje, ¿es imposible o alcanzable?
Y ¿cómo afectará todo esto al mercado de la posventa? En cuanto a la carrocería, parece obvio que, si la conducción es autónoma, se prevea un descenso de colisiones y, por tanto, de reparaciones de chapa y pintura. Sin embargo, se estima a su vez un sustancial aumento de la facturación (de hasta un 40%) en cuanto a reparaciones mecánicas se refiere: la teoría dice que éstas serán más caras debido a su compleja tecnología. Es decir, en el futuro no bastará con ser mecánico, habrá que ser también electrónico e incluso un tanto informático. Lo que en muchos casos se ha definido como mecatrónico.
Sin embargo, en cuanto a la conducción eléctrica (por tratar los dos grandes puntos del futuro de la automoción en un mismo editorial) se estiman grandes descensos de la facturación mecánica al tratar con vehículos sin grandes exigencias de mantenimiento o averías (no así en la carrocería). ¿Nos enfrentamos pues a un futuro desalentador? En absoluto. Nos aguarda un mañana distinto ante el que debemos prepararnos, evolucionar y, sobre todo, adaptar nuestros negocios y modelos de trabajo (he aquí el sentido de empresas como Carsmarobe). Habrá riesgos, sí, pero también oportunidades que asentarán las bases de una nueva realidad en la que se continuará reparando, pero como recalcó Marta Blázquez, vicepresidenta ejecutiva de Faconauto, en Madrid Auto, “de manera diferente”.
Avanzar, como es sabido, siempre va unido a ciertas condiciones tecnológicas y también legales, de las que dependerá que los presagios más optimistas (como los comentados en este artículo) se cumplan. Sin embargo, no seré el primero que ha visto sus pronósticos más que superados por la realidad en las últimas décadas. ¿O sí?